viernes, 23 de abril de 2010

El peyote, ha sido empleado como medicina y alucinógeno por gran número de pueblos americanos desde hace miles de años.

El peyote es un tipo de cactus (Lophophora williamsii) con un alto contenido en alcaloides, originario del centro y norte de México y del suroeste de los Estados Unidos.

El término peyote proviene de la palabra azteca (mexica) peyutl, que significa “capullo de seda”, nombre adquirido por la vellosidad que recubre sus frutos. Pero los muchos pueblos que lo consumen, lo denominan de diversas formas: jícoli (para los tarahumaras y huicholes), ho (apaches), huatari (coras), wokowi (comanches), azy (navajos)...

Muchos son los pueblos indígenas que usan desde tiempos ancestrales las propiedades curativas y alucinógenas de esta planta. De hecho algunos de los rituales que se llevan a cabo con el peyote, datan de hace más de 3.000 años.

Los jefes y chamanes han empleado esta planta como remedio para gran número de enfermedades. Se ha demostrado sus propiedades depurativas y antisépticas, así como la acción antimicrobiana y antifúngica en heridas cutáneas, debido a los alcaloides que contiene.

En cuanto a sus propiedades alucinógenas, son producidas por el gran número de alcaloides que contiene (más de 56) de los cuales el más significativo es la Mescalina. Los efectos fisiológicos de este compuesto se resumen en la hipersensibilización de los sentidos, estimulación cardiaca, elevación del azúcar en sangre, hiperactividad, dilatación de pupilas y aumento de glóbulos blancos. Otro de los compuestos más importante es la Pellotina, que añade las propiedades hipnóticas a la planta y produce el decrecimiento de la presión sanguínea y el ritmo cardiaco. El resto de los compuestos estimulantes potencian algunos de estos efectos.

Hay que destacar también que la forma de ingerir el peyote influye en la intensidad de los mencionados efectos. Así, algunos grupos indígenas comen directamente los botones de la planta. Los indios americanos y los huicholes de México lo mastican; y otros como los tarahumara lo preparan con agua en un mortero para ser bebido.

Pero quizás, el factor que determina la importancia de esta planta, es su carácter de sagrada para muchos de los pueblos que la consumen. Las historias sobre el peyote se trasmiten de generación en generación en la mitológica y tradiciones.

Para los huicholes, el peyote alcanza tal dimensión de sacralidad, que ocupa un lugar en el más allá, cerca de su dios principal –el sol-. El consumo de este cactus, se realiza en el marco ritual y religioso de este pueblo y con el trasfondo de las leyendas que lo identifican con el ciervo sagrado que logró la supervivencia del pueblo huichol tras un largo peregrinaje.

Así, todos los años, y todavía en la actualidad, los huicholes realizan un peregrinaje ritual a San Luis de Potosí en busca del peyote. Recorren más de 400 Km. en un trayecto que se acompaña de ayunos, ofrendas, ritos iniciáticos y todo tipo de privaciones. También se consume mucho peyote en el camino, llenando el ambiente de estados de éxtasis y visiones religiosas.

La creencia generalizada es que si los participantes se han purificado en el camino, el peyote aparecerá. Se rastrea con arcos y flechas, imitando la caza del ciervo, y el primero de los cactos que se encuentra es "cazado" y repartido entre todos los participantes a modo de sacrificio ritual.

Los botones que se recolectan se transportan en grandes cestas de regreso a casa. Serán utilizados para ceremonias, consumo e incluso intercambio con otros pueblos a lo largo del año. La vuelta de los peregrinos es celebrada a lo grande, y el ambiente festivo inunda las aldeas, no en vano han caminado más de 40 días pasando penalidades.

Los lazos sociales se fortalecen en la festividad, mientras se purifican las almas con el éxtasis y toda la naturaleza participa de su lugar en el cosmos. El peyote ya está en casa, el ciclo agrícola puede comenzar para que la vida se renueve.

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